La mujer en la que yo me voy a convertir después de esto que me está pasando.

Q’hubo, pelados. Como sé que ya se gastaron la quincena comprando huevos alemanes y farreando en algún establecimiento de dudosa reputación, les traigo una historia para volver aún más miserable su viernes. Tomé una decisión muy importante con respecto a las historias: al inicio voy a dejar un tema para que escuchen mientras leen porque hace unos días me enviaron una captura de pantalla del blog y estaban escuchando Sam Smith mientras leían una historia que tuvo lugar en el barrio Guacamayas de la ciudad de Bogotá, por obvias razones me dolió demasiado. El tema del día de hoy es «te necesito» de Los Tupamaros. Espero que respalden esta decisión así como yo los respaldo cuando dicen que les gusta la natilla con uvas pasas.

Como ya saben, mi familia no era lo que se dice adinerada, en mi familia hacíamos sopa y sacábamos la papa y la yuca en un plato aparte con hogao y arroz para simular que comíamos seco y sopa. Gente de bien. En su momento una de mis tías, la más brincona debe decirse, que ahora es cristiana debe decirse, se consiguió un flete pero EL flete, la persona que nos iba a sacar de pobres a todos. El sujeto tenía sus negocios secretos y tal vez turbios, pero decían que vendía esmeraldas, que era minero. Un señor de dos metros, espaldón, moreno, con anillos, chaqueta de cuero, zapatos brillantes y efectivo todo el tiempo. Era medio narco, pero si nos llevaba dulces cuando iba a la casa de mi abuela tenía mi completa aprobación y no quiero que nadie dude de la reputación de una persona que me compraba esas cajitas de uvas pasas cubiertas con chocolate de Triunfo que se llamaban «Uvas chéveres». Les doy dos minutos para que vayan a Google, lo busquen, lloren y regresen. A este personaje vamos a llamarlo don Ricardo y a mi tía pues Mirta porque Marta muy evidente.

En ese tiempo yo estaba pequeña, pero ya estaba en edad de salir a parchar con mis socios del barrio, ir al pasaje comercial del Restrepo y cosas así. Yo era consciente de que podía comprarme alrededor de 1759 obleas con par morados que cargaba don Ricardo, pero ávara jamás, siempre centrada: plata que no me trabajé plata que no me soyo, pero si a don Ricardo le nacía regalarme un Audi, bendecida y afortunada por supuesto. Para la gente que nos lee desde Kazajistán, la expresión «un morado» refiere un billete de $50.000 COP, hoy en día esa suma alcanza para una cubeta de huevos y $100 de cilantro, pero en ese momento alcanzaba para comprar no sé, una casa. Se le dice morado porque ese es el color del papel de billete. Continuemos.

Un domingo llegaron todos los de la familia a almorzar a la casa de mi abuela, don Ricardo llegó al barrio con una cantidad de fritanga descomunal con longaniza adicional, Colombiana (bebida gaseosa, soda, elixir de los dioses para bajar la grasa) y un petaco (canasta de envases) de pola (cerveza), para hacer refajo (bebida hecha a base de Colombiana y pola que resucitó a Jesucristo). Como era costumbre, don Ricardo nos trajo dulces a los niños de la casa, mi abuelita lo más de feliz que tan chimba traquetear en familia, es que era un tipazo. Comimos y los adultos se quedaron hablando en la sala mientras los niños jugábamos en otra habitación.

Estábamos jugando con mis primos ya todos sudados y vueltos mierda, entonces yo decidí ir a la cocina en diferentes oportunidades a tomar Colombiana directamente de la botella sin que se dieran cuenta los adultos. En uno de mis viajes a la cocina me encontré con una escena bien particular: Don Ricardo, mi tía Mirta y mi abuelita sostenían una conversación mientras mi abuelita calentada un poco más de fritanga porque ya tenían hambre nuevamente. El estar presente sin que ellos se percataran me hizo cómplice de una situación que no dimensiono aún. Don Ricardo le decía a mi abuelita lo siguiente:

—Necesito guardar una plata, en la casa no la guardo porque la señora del aseo de pronto la encuentra y usted sabe que uno no se puede fiar de nadie. Yo le reconozco algo para que me deje guardar esa platica y yo en unos quince días paso a recogerla, eso es de un negocio pero estoy a nada de concretarlo, es unos arriendos.

—Pues mijo, claro, guarde su platica. Vea, ahí en la pieza de Hernán (mi tío) hay un chifonier (del francés chiffonier) y ahí puede guardarla, yo le doy la llave que eso ahí queda seguro — replicó mi abuelita.

El diablo estaba conmigo escuchando esa conversación y me dañaron la mente, pelados. Desde ese momento estuve atenta a cualquier movimiento de los implicados, yo necesitaba saber cuánta plata era, en dónde la iban a guardar, quería saber qué se sentía tener plata. Cada familia para su casa y así culminó ese día.

En efecto, al otro día a primera hora llegó nuevamente don Ricardo, esta vez con unos maletines de cuero y se encerraron en la habitación de mi tío Hernán. Luego salieron sin maletines, tomaron tinto y así quedó todo. Pero para ellos, para mí era apenas el comienzo de un imperio de Bon Bon Bum. Cuando se fueron abrí la habitación de mi tío con un cuchillo como solía hacerse en cualquier casa de la localidad Rafael Uribe Uribe. Intenté abrir el armario, pero nada, estaba bajo llave, no había forma de penetrar esa caja fuerte. Me senté a tomarme la sopa de avena con extrema preocupación, «no puede ser que no haya manera de abrir un armario que tiene los cajones vueltos mierda», pensaba. Se me iluminó la cabecita, solo tenía que girar el armario, atrás debía tener puntillas o algo que me permitiera desarmarlo. Pero ¿Cómo hacerlo sin que se dieran cuenta? Exacto, necesitaba un campanero (un cómplice que sirve de vigilante en estos casos, un aviso de peligro puede salvar la vida de quien está involucrado directamente con el trabajo que se está haciendo). Le dije a mi primo, lo llamaremos Juancho. Una vez le di una visión amplia de lo que nos estaba poniendo diosito ante nuestros ojos, terminé su proceso de selección señalando:

—Y el que le haga alguna cosa usted me dice que usted sabe que yo lo mato y desde hoy siempre me va a cuidar la espalda.

Al otro día Juancho debía traer un martillo de su casa porque era hora de burlar la seguridad de la habitación del tío Hernán, debíamos llegar al botín aunque eso significara pasar por encima de la privacidad de la familia. Familia son familia, negocios son negocios, amigos en las calles amigos como los socios. Tuvimos que esperar a que Hernán se fuera a trabajar y era hora de poner en marcha nuestro plan: Juancho debía entretener a mi abuela y avisarme si alguien se acercaba a la habitación, todo esto mientras yo sacaba las puntillas que aseguraban la tabla trasera del armario en donde debía estar mi futuro. Fue más sencillo de lo que me imaginé. Quité tres puntillas y se levantó la parte inferior izquierda de la tabla que me separaba de una vida en las Bahamas sin hacer tareas de ciencias naturales.

Ustedes no se imaginan la cantidad de plata que había, no eran $100.000 COP como yo pensaba. Dizque arriendos, ¿Qué tenía arrendado pues ome don Ricardo? ¿El Ubérrimo? ¿El Amazonas? ¿San Andrés? Cuento tan chimbo ome. Eran ladrillos de luks, yo nunca en mi vida vi tanta plata. Quedé pasmada. ¿Ustedes saben cuántos paquetes de boliquesos podía comprarme con eso? Y eso que solo podía ver una esquina. Me enfrenté al dilema moral más gonorrea de mi vida: «Mi lema es «plata que no me trabajé, plata que no me soyo», pero ¿y si me la trabajé? ¿Y si llevo toda la mañana con un martillo detrás de un armario? ¿Acaso eso no es trabajar, Dios? ¿Acaso miento, padre? ¿Acaso yo elegí que en tu infinita sabiduría y poder decidieras ponerme en ese lugar y a esa hora para escuchar esa conversación? ¿Me merezco comprarme un refresco congelado de $200 por mi trabajo? ¿Acaso no es cierto que nada vale si no se comparte? ¿ESTOY MINTIENDO, SEÑOR? ¿ACASO NO ES JUSTO QUE LOS QUE TIENEN AYUDEN AL POBRE COMO CURASTE A LOS ENFERMOS DE LEPRA A TRAVÉS DE TU HIJO JESUCRISTO? ¿ACASO NO ES LO CORRECTO, DIOS TODOPODEROSO? Creo que la respuesta es afirmativa padre y agradezco tu infinita misericordia».

Par billetes ¿Quién se iba a dar cuenta? Con esa cantidad de plata quién lo va a notar. Agarré un depilador de mi mamá, me agarré el cabello y con mucha destreza y sigilosamente pellizqué un par de billetes y los deslicé suavemente hacia mí. Sobrepuse las puntillas, cerré y listo. El trabajo más limpio que había hecho y que he hecho hasta ahora. Juancho ñero, qué es lo que somos gonorrea. Nos fuimos y nos compramos como cinco mil pesos de pan y dos Coca Colas grandes, una para cada uno. Nos sentamos en el parque del barrio y agradecimos por las bendiciones, habíamos logrado nuestro cometido. Pero la plata corrompe, pelados, la plata daña el corazón más noble. Cuando íbamos para la casa vimos una chimba de Levi’s en una tienda del barrio, esos pantalones solo podían lucir chimbas en nosotros, en absolutamente nadie más. Tenía otro propósito, porque sin propósito para qué vivir.

—Juancho, par billetes nos compramos los Levi’s y ya nunca más, callados en la de nosotros — le dije manifestando mi deseo de darle status, yo le estaba ofreciendo status, aceptación y adrenalina.

—¿Será que se dan cuenta? ¿Y si nos matan? Don Ricardo debe tener pistola.

—Don Ricardo no va a matar a un niño, él es una buena persona. Además uno más uno menos y yo no puse las puntillas bien, es la última vez y ya se lo prometo por mi mamá — repliqué yo dándole todo el peso y valor a mi palabra.

Así quedamos, la avaricia le estaba respirando en la nuca a Juancho y a mí, para qué mentir. Era inexplicable el afán que corría por nuestra sangre de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie. No obstante, tocaba esperar al otro día, porque ya había llegado el tío Hernán cuando volvimos a la casa. No pude dormir esa noche, me sentía encanada ya limando el cepillo de dientes para defenderme en el baño y pidiéndole a mi mamá que me entrara un Nokia metido en la cococha. Pero igual lo quería, lo necesitaba, me lo merecía después de cenar maíz pira (palomitas de maíz, cotufas) con huevo durante tanto tiempo.

Otro golpe exitoso, ya fueron más billetes que la primera vez. Nos alcanzaba para los Levi’s y para mecato como por quince días. Yo quería más, pero era suficiente y no podía faltar a mi palabra. Martillé con tristeza las puntillas en esa tabla y me retiré con lo que había conseguido. Una chimba cómo nos quedaban esos Levi’s, a los que no les gustaron eran unos envidiosos porque nos perchamos muy chimba. El trabajo más limpio que hicimos con Juancho, mientras me medía el jean pensaba inevitablemente «la mujer en la que yo me voy a convertir después de esto que me está pasando».

Fue limpio hasta que mi mamá notó que tenía ropa nueva que ella no me había comprado porque evidentemente nunca había tenido ropa nueva.

—¿De dónde sacó eso? — me reclamó mi mamá.

—La mamá de Paula (el nombre de una niña random del colegio) fue a Estados Unidos y nos trajo cosas — respondí con determinación.

—A creerme marica, ¿no estará esculcando cosas y cogiendo lo que no es suyo, armatroste? — señaló mi mamá dudando de mi palabra.

¿Usted por qué se deja llenar la cabeza, mamá? ¿Por qué se deja confundir? Usted se deja confundir de la gente, ¿usted no cree en mí?

Le tocó creerme porque ella tampoco sabía de la plata escondida. Invicta salí, percha y con la cabeza en alto. Quién sabe si mataron a alguien por esa plata, pero fue una oportunidad que no podía desaprovechar y gracias a Dios no la desaproveché porque si no fuera porque crecí ese pantalón todavía lo usaría. ¿Valió la pena? Ha valido cada maldito segundo. Lo lamento demasiado, don Ricardo, pero ese cuentico tan chimbo de sus negocios no se lo creía ni usted. Si necesitaba respaldo, yo necesitaba honestidad. Sorry not sorry.

Si tiene un tío que ande en visajes raros, cojan un depilador y saquen lukitas para comprarme una camiseta en @clothing.revival_, pueden pillar los diseños en @graphic_revival. Severo si apoyan, no son Levi’s pero es con amor.

Gracias por leerme, raticas. Abrazos.

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6 comentarios en “La mujer en la que yo me voy a convertir después de esto que me está pasando.

  1. Diana Bayona dijo:

    Hola, abrazos mil, desbordada una energía muy bonita en tus escritos, sincera, divertida y muy creativa. No veo las anteriores entradas en tu blog, quisiera saber cómo volverlas a leer, en su momento las leí pero no las compartí ahora que mis hijos son más grandes me gustaría que las leyeran. Muchos éxitos siempre.

  2. que bueno que hayas vuelto! superaste la prueba como yisus en el desierto superando la tentanción del viruñas jajaja

    una pregunta: volverás a publicar las historias viejitas? el blog quedó vacío 😦

  3. Jose S dijo:

    Me encantan las historias, me cago de risa con cara de idiota mientras la gente me mira con pesar, se las comparto a todos mis amis,

    besitos 😘

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